¿Quién habrá plantado
aquella higuera,
me pregunto,
que entretejió sus raíces
fuertes y profundas
en el fondo del jardín?
¿Quién la habrá puesto
justo ahí,
prodigando con sus hojas
todo un susurro de sombras?
¿Sería acaso
para que yo encontrara consuelo
bajo su copa ensanchada
durante las tardes incendiadas de verano?
¿Sería para que devorara
el urgente resplandor de ese fruto
que chorreaba dulzura
en parte promesa y regalo divino,
o para que cortara, en cambio,
sus partes verdes
y probara su leche eterna,
savia agria,
hasta que ardiera por completo mi corazón?
O simplemente
para que me quedara allí,
agazapada y en
silencio
hasta que una mariposa distraída
cediera, por fin,
a mi deseo alcanzarla
y no nos cruzara,
ni por azar,
la soledad.
© Susana Baquero

Bellísimo, Susana.
ResponderEliminarBellísimo!! Amo las higueras contra todas las leyendas... También esa soledad de estar haciendo nada debajo de los árboles frondosos!!
ResponderEliminarMuchas gracias por sus lecturas!
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