A los nueve
me llenaron de luz y versículos
creando en mi memoria un chip dorado
de mujer, hijos y matrimonio de azúcar.
Mami decía que yo era la esperanza de ellos
chango voltiamujeres, pechito de quetupí
para llevar lo único valioso que teníamos
la sangre apellido de una generación perfecta
y hombres machos de cristal.
© Samuel Amaya
Mujer, hijos, matrimonio de azúcar. Me encantó Samuel!
ResponderEliminarUhh, qué bueno, Samuel! Me encantó tu poema. Abrazo.
ResponderEliminarBonita idealización de la vida familiar con la expectativa de cumplir ciertos roles. Gracias por compartir. Griselda Rulfo
ResponderEliminarMuy bueno! cumplir con los preceptos familiares. Graciela Barbero
ResponderEliminarpor suerte los mandatos cambiaron. Abrazo
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