Trepamos a las dunas
el auto volaba.
Se abrían abanicos
de arena
a nuestro alrededor.
El horizonte perdido:
no fui capaz de ver
“el cielo protector”
el que guarda la cordura.
No es que la curiosidad
vertebral en mí
o el miedo
se hubieran ido a otro lado.
Fue sólo un instante
de perderme
en una muerte posible.
Una pluma volando
en una habitación tapiada.
© Marcela Meroni
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