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28/8/24

Poema de Alicia Márquez

  


Jorge

 

Esta vez no vas a leer, o sí, no sabemos, mi poema

y no vas a decir moviendo la cabeza

que ganaría plata si escribiera novelas o cuentos,

pero que el poema te gustaba mucho.

No voy a escuchar tus palabras que me hacían reír:

“piojoso”, “rantifuso”, que ubicabas al lado de sustantivos

impensados y entonces: miopía piojosa o coche rantifuso.

Querido hermano, tan optimista siempre

pese a todo y hubo de todo, mucho.

Hasta último momento, optimista. Sonriendo detrás de la máscara

de oxígeno y diciéndome: ¡qué pajarón venirme a joder así, pero

ya va a pasar!

Pude decirte que te amaba en medio de esa pesadilla de tenerte

la mano durante seis horas en un limbo blanco, con enfermeros que iban

y venían y se olvidaban, siempre se olvidaban de en qué dedo tenían

que ponerte el oxímetro.

Te recuerdo pelándome uvas en un vaso grande, solo para mí

desenredándome pacientemente el pelo, haciéndome las trenzas,

despertándome a las seis de la mañana los seis de enero porque querías verme la cara

al abrir los regalos, antes de irte al trabajo.

Te recuerdo enseñándome a bailar, subida a tus zapatos,

yendo al cine y sirviéndote de escudo protector cuando salías con tu novia,

hija de un tano muy jodido. Y yo ahí, aburrida como nunca,

en los clubes de barrio, frente a la botella de naranjada, mirando a las parejas bailar

con las hormonas desesperadas.

Me hiciste amar el tango y juntos miramos mil veces Metrópolis, que te encantaba.

Ahora sí que estoy huérfana.

Pero… ¿sabés qué? No le voy a decir a nadie que no vas a estar más, para mí sacaste el auto a escondidas, y te fuiste al centro con los muchachos.

 

© Alicia Márquez

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