Jorge
Esta vez no vas a leer, o sí, no sabemos, mi poema
y no vas a decir moviendo la cabeza
que ganaría plata si escribiera novelas o cuentos,
pero que el poema te gustaba mucho.
No voy a escuchar tus palabras que me hacían reír:
“piojoso”, “rantifuso”, que ubicabas al lado de sustantivos
impensados y entonces: miopía piojosa o coche rantifuso.
Querido hermano, tan optimista siempre
pese a todo y hubo de todo, mucho.
Hasta último momento, optimista. Sonriendo detrás de la
máscara
de oxígeno y diciéndome: ¡qué pajarón venirme a joder así,
pero
ya va a pasar!
Pude decirte que te amaba en medio de esa pesadilla de
tenerte
la mano durante seis horas en un limbo blanco, con
enfermeros que iban
y venían y se olvidaban, siempre se olvidaban de en qué dedo
tenían
que ponerte el oxímetro.
Te recuerdo pelándome uvas en un vaso grande, solo para mí
desenredándome pacientemente el pelo, haciéndome las
trenzas,
despertándome a las seis de la mañana los seis de enero
porque querías verme la cara
al abrir los regalos, antes de irte al trabajo.
Te recuerdo enseñándome a bailar, subida a tus zapatos,
yendo al cine y sirviéndote de escudo protector cuando
salías con tu novia,
hija de un tano muy jodido. Y yo ahí, aburrida como nunca,
en los clubes de barrio, frente a la botella de naranjada,
mirando a las parejas bailar
con las hormonas desesperadas.
Me hiciste amar el tango y juntos miramos mil veces
Metrópolis, que te encantaba.
Ahora sí que estoy huérfana.
Pero… ¿sabés qué? No le voy a decir a nadie que no vas a
estar más, para mí sacaste el auto a escondidas, y te fuiste al centro con los
muchachos.
© Alicia Márquez
Me gusto tu poema.
ResponderEliminarGracias.
Ana Romano.
Me encantó
ResponderEliminarQue bello y conmovedor!
ResponderEliminarQué belleza, Alicia, gracias por esa nostalgia. La sentimos hasta los que no lo conocimos. Belleza.
ResponderEliminarBello y doloroso para mi. No pude evitar las lágrimas.
ResponderEliminarConmovedor, abrazo grande, Alicia!
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