a un árbol incendiado en ezeiza
en el suelo ya flores
y hojas son los días
como el amor descuidado
por un alma salvaje
las llamas son pájaros que susurran en sus ramas
y mariposas hambrientas volando cada chispa
el mundo con ser tan grande
entero cabe en el incendio
se disuelve en el aire
se convierte en lo acre del perfume
mientras que un rostro se enciende
en lo encendido
abre sus ojos y nos mira
no entrará en la noche
sin llevarse algo de nosotros
y como en un sacrificio antiguo
el que enciende el fuego por la tarde
es lo que humea al alba todavía
qué veloz es su bala que nos atraviesa
hasta llegar a la primera juventud y sigue
para matar al niño que se nos parecía
© Luis Benítez
Además de lo que Benítez produjo como narrador, ensayista y en el campo de la investigación y la difusión de la poesía entre nosotros; su impronta y su voz se inscriben y distinguen profundamente en el entramado luminoso de la poesía argentina. Alfredo Lemon
ResponderEliminarA veces la belleza del fuego puede escribirse
ResponderEliminarLo que persiste después, lo no devorado es el poema.
ResponderEliminarMaravilloso poema Luis Benitez
ResponderEliminarBello y triste como el ayer perdido cuya evocación, sin embargo, persiste en el incendio.
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