EN UN VESTUARIO DE NAANTALI
Después del sauna
voy allí
donde generaciones de mujeres
van sacándose
las botas o las bragas.
Hay un desfile
de piernas de gacela
de cuellos arrugados, celulitis
tatuajes de ideogramas
o delfines.
El clima es agradable
y tenemos la suerte
de no estar
en un campo de exterminio.
Mis zapatos me esperan bajo llave
en un armario propio
y no
en una pila anónima.
Reconozco
a la chica del pubis pelirrojo
a la anciana del rostro compungido
los glúteos de una joven
la inglesa con su tanga y cavado brasileño
enseñando hasta el clítoris
la rubia finlandesa que agita sus pezones
si se peina el flequillo.
Me miro al espejo de pared.
Se ven mis accidentes, decisiones,
los signos del amor.
Mi lunar al ombligo. La cesárea mal hecha.
El esternón dañado por el golpe
de un cinturón de cuero, cuando niña.
¿Es la errancia
de un dios inaccesible
que va sembrando huellas
en los cuerpos?
La piel cuenta la historia mejor que las
palabras.
Pero no permanece.
© Marisa Martínez
Pérsico
Potentísimo tu poema y meticuloso en su amplia descripción.
ResponderEliminar"La piel cuenta la historia mejor que las palabras". Gracias! Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarExcelente poema. Felicitaciones.
Alicia Márquez
Es así. En la piel queda la historia. Gracias y abrazo, Inés Legarreta.
ResponderEliminarBello poema!!
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