Y los días que fueron
resacas son
en la marea baja
de los años.
En esta playa
sola de aventuras,
(corsario de mi barca de cometas,
bandido de altamar
y campo adentro)
mi niño impulsa trenes sobre vías ignotas,
en el lejano oeste de sus días felices.
Ha arrendado parcelas
al primero de todos sus pronombres.
Pero en las tardes de agosto se arrenda el
cielo
y corre (por esa orilla del canal)
soltando hilo
para izar barriletes,
en la tarde ventosa de otros campos.
Es tan niño en los sueños
que uno quisiera ayudarlo
a armar otras barcazas de papel
acercarle una nube venturosa
o cantarle un poema
bajo el sol.
Pero somos tan uno,
siendo el otro,
que hemos trazado un mapa para el viaje.
Y acá estamos, mi niño
(con el Cosario Negro y Sandokán
en la Malasia profunda de Salgari)
leyendo juntos,
al acecho de un tesoro irrenunciable,
soñando
(en los volúmenes del día)
la noche en que naufraguen las estrellas.
© José Luis Frasinetti
Un acierto siempre cada palabra de tu poesía.
ResponderEliminarAy Jose Luis, como Gardel, cada día escribís mejor!! Excelente poema, imágenes intimistas de una infancia que sigue al "acecho de un tesoro irrenunciable". Bravo!!
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