Samurái en la oscuridad
Pelea por nada en particular,
discute con fantasmas,
malgasta su propia economía
en descargas inútiles.
Cada día, sin excepción,
se considera muerto.
En una duermevela febril
llega el amanecer y filtra
un rayo sobre el cuerpo,
sale de la sombra,
ve cómo se despeja
su propia condena.
Se levanta, abre la ventana
y deja que el viento frío le golpee la
cara,
afuera lo espera el mismo sol.
© Carlos Aprea
Formidable, Carlos,muy bueno. Todos somos samurais que luchamos a brazo partido con cada día de nuestra absurda existencia.
ResponderEliminarGracias Pauli; gracias una vez más, Gustavo.
ResponderEliminarCarlos, qué bueno. Y así nos mostrás cómo andamos "samuriando".
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