OJOS DEL JAGUAR
A Miguel Ángel y María
Esa noche se cortó la luz en Punta del
Diablo,
pero el sol de un vino ya nos cabalgaba en
las venas
y en las lenguas quemaban como amor las
estaciones,
y entonces Miguel nos enseñó desde el
balcón de la cabaña
los ojos del jaguar sobre la boca del
océano
haciendo pivotar nuestro asombro
en el faro de los barcos pescadores.
El tiempo es constelación de tiempos,
el instante es una trenza
de pretéritos presentes y futuros
anteriores,
cuando el deseo trabaja
a la par de la muerte
un silencio en contrapunto
desde el carozo al cuerpo.
Vi o entendí, y ahora
lo escribo y no dejo de perderlo,
el poema -como el tiempo- empieza a ver
lejos del equilibrio.
© Martín Pucheta
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