Supo vivir tardes de
durazno y seda
con el abrazo de la Yaya
y su áspero licor de mandarinas
el río muy frío en la altura
la majada alegre
hasta que
cientos de nubes
como una sola nube
rodearon la órbita
en un abrazo asfixiante.
En la garganta ronca del cielo
un graznido
como de alguien que emerge
de una pesadilla
y se quiebra.
Rodaron
truenos
que estremecieron la tierra
parecía que venía un tren
y lo sentíamos
recostados en la vía
a pesar del grito, la advertencia.
Hasta que llegó la tormenta.
© Laura Moreno
❤
ResponderEliminarHermoso poema Laura!!!
ResponderEliminar