Despegamos a las cinco y media.
Fuimos volando a baja altura, hacia el sur,
casi al ras de los techos, cerca del río.
El Sargento Romero iba tocando la
bocina.
Entonces sopló el viento que viene del
Pacífico.
Los árboles y los pájaros se desvanecieron
en la sombra:
apenas podíamos distinguir los faroles del
hipódromo,
las últimas casas, la línea de las vías.
Al atardecer nos perdimos en el cielo.
© Diego Roel
Enorme poema ..Gracias Diego por activar la memoria. ❤️🦋
ResponderEliminarMuy buenoooo!!! Con historia, me encantó
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarEl comienzo de una aventura; el poema en el cielo. Gracias y abrazo, Inés Legarreta.
ResponderEliminarbello, abierto.
ResponderEliminargracias, poeta!!
Lo demás resuena adentro.
Claudia
Bellísimo poema
ResponderEliminarBello
ResponderEliminarGloria Calvo
Exquisito. Alta poesía. Alfredo Lemon
ResponderEliminarBello y conmovedor poema
ResponderEliminarHermoso, se pueden cerrar los ojos y ver la escena.
ResponderEliminar