AL BORDE DEL VASO
En la ronda, una guitarra abre
un templo de la memoria,
presencias que renacen de las palabras.
Es indudable,
no sólo es un círculo lo que acerca hacia
adentro,
lo que une desde los costados en un abrazo
repartido,
es la razón que ofrece el vino para mascar
la tristeza,
cambiarle el lado de la cara
como a un acullico roto.
Nadie se entristece en el vértigo de la
tarde.
Cuenta las pérdidas,
el canto mueve un cielo inmóvil,
y si la mano se aferra al borde del vaso,
a la hipnosis de un aroma suplicante
hay motivos gozosos de ventura.
Alguien se cree inmerso en los otros,
se prosterna ante maravillas instantáneas,
ingresa a un jardín para compartir la misma
sed,
unión que quema hasta los confines del
cuerpo.
Las gargantas cierran con la noche,
permanece aún en el temblor de la carne
el bullicio, el ritmo intenso del alma.
El llanto rompe lo inútil del dolor,
los ojos abiertos, las lágrimas
y sus sombras ocultas
se destruyen en un espejo eléctrico.
Se oyen leves oraciones
deslizándose en las sombras, flores
desmoronadas.
© Aníbal Costilla
Bravo Aníbal.
ResponderEliminarUn brindis por tiempos mejores. Salud!
Alfredo Lemon