DESTIERRO
Tenaz melancolía
en el vertice escarpado del ojo.
El reloj enajena
un diapasón de lejanía.
Y la perpetua longitud de las ausencias.
Vacía,
tirita la hora de la ausencia.
No hubo otra hora.
Sólo ésta,
atada a mi cuello como una piedra.
© Marita
Rodríguez-Cazaux
Mil gracias Gus, por tu enorme generosidad para con los colegas. Una demostración de infinita cercanía para todos nosotros, siempre con exquisita excelencia en editar, ilustrar, seleccionar, promovernos. ¡Gracias!
ResponderEliminarMuy bueno,Marita.Cariños.Patricia Graziadei
ResponderEliminarGracias Marita por tu poema un abrazo grande alba
ResponderEliminarHermoso María!!!
ResponderEliminarHermoso y sensible decir!
ResponderEliminarBesos, Marita.
Patricia Alonso.
Muy hermoso, Marita! Gracias!
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