La chivita
Mi abuela Silvia besa y tira la oreja.
Ella no sabe besar sin que duela.
No tuvo madre ni padre,
solo primas y un tío y tampoco sabe
cuentos para dormir,
ella cuenta su infancia.
Mi abuela niña y sus primas a veces
iban a la escuela, si no había trabajo en
la casa.
Los días eran muy largos, solitas
los de calor, encerradas, los peores.
Una mañana su tío trajo una chivita
pequeña, blanca, mancha negra.
Mi abuela niña y sus primas todos los días
corrían a desatarla.
Jugaban en el patio trepando al gomero,
saltando entre las plantas y en secreto
la nombraban: Manchita.
Una tarde encontraron
el licor de chocolate, con pequeños
bombones deliciosos.
Rieron a carcajadas y convidaron
a Manchita.
Saltaron las macetas de una en una,
de dos en dos, de tres en tres,
la prima más chica tropezó y se lastimó.
Cuando llegó el tío
explicaron entre risas.
Hospital, pierna vendada,
y el castigo.
El tío cocinó a Manchita
y las obligó a terminar el plato,
entre arcadas y lágrimas
mi abuela niña y sus primas comieron.
Tanta felicidad trae desgracia,
nos dice abuela Silvia.
© Ohuanta Salazar
Conmovedor. Toda una historia de inocencia y ternura que el verdugo concluye con una letalidad que no tiene perdón.
ResponderEliminarHay Ohuanta un cuadro que nos lleva a las lágrimas. Me envuelve tu ternura al narrar la tristeza de las niñas y el dolor que llevará siempre. Nora Quiroga
ResponderEliminarMuchas gracias, Gus
ResponderEliminarSiempre, siempre es un placer leerte querida Ohuanta‼️
ResponderEliminarBelleza absoluta querida poeta! Gracias por tu palabra! Abrazos litorales!
ResponderEliminarMe has conmovido Ohuanta..
ResponderEliminar.hermoso!!. Gracias. Aur Re
¡Ohuanta! ¡Qué inmensa tu poesía, te admiro tanto! Gracias Gustavo por este compartir
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