desde la más alta escalera
estuve mirando la urbe y su gente
yo quería ser la Santa
que al acariciar los muñones
de aquellos dolientes
les hiciera brotar manos
piernas
brazos
alas
una antorcha en la niebla
quise ser
así descendí tocando las cicatrices
hechas por trenes, sierras,
granadas, bombas y máquinas
pero sólo fui la niebla y su deseo
© Margarita Ardengo
Tremendo
ResponderEliminarMágico y sutil poema, gracias, Irene.
ResponderEliminarDesgarra tanto dolor.
ResponderEliminarHermoso y fuerte, duele ese deseo que no fue.
ResponderEliminarQué hermoso este poema. Me tocó.
ResponderEliminarProfundo y bello.
ResponderEliminarFuerte, bello.
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