Le pesa a mi ternura el cepo y la guadaña
Cuando flagelaron mi boca era una línea
secreta, la piedra sepultada en mi cuello y mi sangre, pero ¿Por qué te has
escondido, Señor?
¿Por qué el olvido? ¿Por qué me dejas en
este abismo y huyes?
¿Por qué tanta demencia sobre la piel del
asno? ¿Por qué tanta violencia?
Se asfixia mi razón, se ahoga, no recuerda
tu nombre porque agoniza solo.
Sólo mi Madre, sí. Sólo mi Madre.
No me avergüenzo del hombre que le nació a
mi herida
y el grito a las tres en punto de la tarde.
A las tres en punto de la muerte.
© Hugo Francisco
Rivella
Inmensa voz querido Hugo. Todo lo bueno que te pasa más que merecido. Orgullosa Córdoba de que la habites. ❤️🦋
ResponderEliminarFuiste hecho de silencios pero tu palabra es un grito en el pecho, en el altar de la gran poesía. Te abrazo grande! Alfredo Lemon
ResponderEliminarEl silencio no anidó en tu voz, que se eleva en la palabra poética y el canto. Excelente Hugo!
ResponderEliminarQué fuerte lo que se intuye. El hombre nacido de la herida. Un abrazo, querido Hugo.
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