A Valentina, Gabriel y Simón
Con sus caras de cazadores de serpientes,
buscadores de oro
y guerreras valientes,
ellos me miraban esperando una respuesta.
Veían sus palabras que se perdían
como barcos sin luces en la noche.
Mi corazón se caía a pedazos
porque no escuchaba sus preguntas.
Tal vez creían
que yo era la montaña más alta
donde no llegaban
sus pequeñas voces.
Se acostumbraron a vivir
con
el silencio del padre,
crecieron con ese silencio
como si fuera otro hermano.
A dialogar con los fantasmas de mi oír.
© Hernán Jaeggi
Gracias siempre querido Gus, sos una enorme persona. Un abrazo de corazón
ResponderEliminarUffff bellísimo, gracias, Irene.
ResponderEliminarPoeta gigante, gran gestor cultural y buen docente.
ResponderEliminarTu poesía retumba vívida en el corazón esencial de los silencios.
Salud y más bendiciones para tus días y tu obra querido amigo do peito.
Alfredo Lemon
ahhhh, Hernán. Qué inmenso
ResponderEliminarclaudia tejeda
Hondo sentir que da en el pecho. Gracias poeta.
ResponderEliminarFuerte. Un abrazo.
ResponderEliminarBello y conmovedor.Abrazos
ResponderEliminarLeonor Mauvecin