La mesa viajó hacia las sierras, y
retornó conmigo. Sostuvo nuestros platos,
plafón de juegos, y fue también soporte
donde marcar dobladillos.
En sus vetas anidan las historias que
balbucearon mis hijos en las babas de la
herencia.
Quien fuera la dueña inicial es un
suceso de cuentos que originan los sueños.
Sé que mi padre cuando niño rondó por esas
patas en
casa de una tía que la donó ya muerta.
Las marcas de los codos, las lágrimas que
guarda, los viajes proyectados. Tal vez
ella
también cruzó esos mares que trajo a
olvidados.
Mi madre cuando niña no conoció de mesas.
Comía entre cojines, era otra la altura de
su fiesta.
En aquel campo donde agazapaba la
traición, el
hombre comía a horcajadas de un tronco y
el cuchillo cortaba besando los labios la
carne que
aferrada mantenía entre sus dientes. La
mesa era
tablones donde la muerte bailó en la madrugada
tornándose fiambres, facturas del invierno.
Sé que aquella cena careció de la mesa que
dibujó el insomnio.
Vi el abandono durmiendo sobre una mesa.
Mi mesa supo de codos pulseando la
fraternal hombría.
Caminaron dos dedos en busca de cosquillas.
Ataúd de promesas. Cambiador de pañales.
Fue absorbiendo los derrames sobre los
que en ella se hicieron.
Sé que encierra el incendio posible de los
versos.
© Daniel Viola
Hermoso poema Daniel! Gracias!
ResponderEliminarbello poema narrativo estimado Daniel!! FELICITACIONES,´Sebastián Jorgi
ResponderEliminar