A MI NADIE
Nunca el aire voló tan bajo; ninguna
distancia se pronunció tan cerca.
Así, se vuelven hacia mí los paisajes. Se
repiten remotos con lo que hay en ellos.
Oscuros, como la verdad sobreviviente, que
deja tras de sí un abismo
cuando se nombra. Parecieran los cuerpos
querer atravesar la hierba.
Es tan cerca lo ajeno. Son tan lejos mis
manos solas, velando las cabelleras.
Y en el fondo de nada aprendo del agudo
olvido; del dolor,
apenas un pasaje de lo que no digo. Porque
decir son solo restos.
Me retiene el viento en su puño. Me existo
sola contra la pared.
Me traen las horas el grito que no bastó y
nadie oyó y el viento
que se empeña y no soy más que polvo en su
red.
De la soledad supe el llanto y un rincón
pobre y frío. Me reconozco en esta nada entre mis harapos. Tengo frío, sí,
mucho frío; sigo sola.
Dile al viento que estéril me sostiene,
traiga la canción de la infancia gastada; traiga al menos el ansia de una nota
en el diluvio que soy.
Me busqué en la realidad de la vida que
inventé y no hallé más que un pasar
de caballo blanco. Los atajos que tomé y
solo plegué en sueños;
la fila de naranjos sin nacer.
Ahora sí, las moras amoratando mis labios,
la higuera a tras luz.
El agua volcada sobre el sauce, que también
se vuelca; y sobre él mi vida que forjé fragmentada. Miles de hojas secas y un
pétalo azul como el azul del pájaro, que ya no aletea, ni mira mirarme y al que
nunca le conocí los ojos.
A
mí nadie me ayudó a ver el mar.
© María Soledad Gutierrez Eguía
Gracias querido Gustavo.
ResponderEliminarBeso.
Querida poeta: qué original tu manera de decir la soledad, un tema tan presente en la poesía. Imagen que conmueve "un pasar de caballo blanco", así como ese remate "A mí nadie me ayudó a ver el mar" Exquisito
ResponderEliminarAbrazo grande.
Teremimigerez
Me fascinó el profundo lirismo de tu poema.
ResponderEliminar¡Genial!