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13/9/23

Texto de Nicolás Aused

 


Las llamas te devoraban mujer, qué envidia. Salías del fondo de mis pupilas, eras ceniza de un incendio voraz y yo me hubiese revolcado feliz en tu tierra yerma, humeante. Eras un corazón y yo una jaula vacía.

 

© Nicolás Aused

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