A Marcelo Martino
El techo
se ha derrumbado.
Un estruendo seco
ha devastado la noche.
Revisamos los daños
como quienes contemplan
la debacle de la historia.
Las canaletas
no resisten el aguacero y
las gotas
caen al interior,
explosión diminuta
sorda
grito ahogado hacia adentro.
Líneas verdes
bajan por las paredes
cuatro metros hasta el zócalo,
ríos delgados
invisibles
se expanden
telaraña líquida imperceptible
que erosiona en una forja
su camino.
Con las últimas luces que perduran
cargamos nuestros trastos
y cruzamos el umbral a la calle.
Entre ayer y mañana
habrán pasado
veinte años.
El recuerdo de este lugar
que llamáramos casa
es piel quemada
cocida
bajo el santo y seña
de un hierro caliente.
Ahora que somos adversos
hemos acertado
y volvemos a partir.
© Daniel Ocaranza
Muy bueno Daniel. Saludo desde Córdoba
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