SIN BAILAR
La felicidad, según dijeron, nos caería
como una gracia, una dádiva, del cielo. Una legión de cruzados vendría con ella
a espantar los malos presagios. Nosotros que sobrevivimos a las peores
tormentas, que sabemos de qué se trata cuando los dientes de la trampa se
clavan en los tobillos, estábamos atentos a cuando el brillo de la fiesta
despuntase como el lucero. Pero el cielo siguió como de luto, como una pizarra
donde, de querer, podríamos escribir un sinnúmero de insultos.
El aire está a punto de estallar y es
posible que te sientas impotente ante ese fuego que se viene.
Si de alguna afección se trata, lo
advertimos: no intentes acudir al nosocomio, la descomposición puede afectarte;
los pacientes allí siguen esperando la voz que, como a Lázaro, los anime a
levantarse.
Estamos asistiendo a un relato donde
vuelven los fantasmas que hicieron de las suyas en un texto dramático.
Es extraño lo que pasa, el silencio aturde
y los bullangueros anunciadores de la fiesta están como pequeños animales
apaleados.
Estamos sin bailar.
La felicidad, al parecer, no se regala.
© Patricio Emilio Torne
Fuerte interpelación! Gracias.
ResponderEliminarExcelente tu poema Patricio. Nos tocó en suerte una época que no se alcanza a entender. Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarMe encantó.
ResponderEliminarPatricio leerte es un viaje en preguntas hacia nuestro hacer y ser! Gracias !
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