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19/7/23

Poema de Daniel Ruiz Rubini

 


ADELA

 

“Y no quiero llantos. A la muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (…) ¡A callar he dicho! (…) Las lágrimas cuando estés sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!” 

Federico García Lorca

 silencio

 

su cuerpo cuelga

como un pañuelo limpio

y tiembla

alucinada 

por las plumas de los ángeles

 

su pelo

sus ojos

eternamente abiertos

exploran la extrañeza

de una muñeca de trapo

 

   Dicen que Adela se vistió de verde, cuando aún no estaba frío el cadáver de su padre, que  atravesó los patios para mostrarle su ropa a las gallinas, y que danzó de dicha en torno a las higueras, tan feliz como si nadie hubiera muerto.

   Dicen que era así: primitiva  y alocada como una gacela.

 

silencio

 

mi hija

es un espejo de las algas

 

demasiado pura

demasiado niña

demasiado frágil

aletea

como una advocación de la Virgen

o como un pájaro extraviado

 

   Dicen que hilvanaba el ajuar de su  hermana como una centella de maldad. Dicen que el odio destrozaba las agujas, que afilaba las  tijeras, que escudaba su furia en un dedal.

   Dicen que el demonio golpeaba su ventana como un caballo en celo, que corría a la intemperie y se abrasaba entre sus abrazos. Dicen que se arrodillaba frente a él y que él le acariciaba el pelo, que mudaba su piel como las víboras, cuando él le manoseaba los pezones y se fundía en ella. Sanguinario y bestial,  el hombre. Puta y ponzoñosa, Adela.

 

silencio

 

que nadie diga que mi hija

es un estropajo que ahorcó la culpa

 

que  nadie diga que el pecado

se abrojaba en su corpiño

que el mundo ignore el sacrilegio

que trepaba por sus piernas

como una planta rastrera

o un crucifijo embarrado

 

   Dicen que el hambre le azotaba el sexo y que no podía resistirse, que ella era la estopa y él era el viento, y que el fuego se encendía cada vez que se miraban. Dicen que se apareaban como gatos alumbrados por la luna.

 

silencio

 

que toquen las campanas en cada amanecer

y que recen letanías a su sangre invicta

que nadie sepa que su vientre se cubrió  de cardos

y que las manos de un varón

se endiosaron en sus nalgas

 

   Dicen que no menstruó ese mes ni al mes siguiente. Dicen que amaba a su madre como se ama a un carcelero, que odiaba a sus hermanas, que rondaba por las noches como una pesadilla.     Dicen que escuchó los disparos y creyó que Bernarda le había acertado a su hombre. Dicen que entonces se  estampó en la muerte como quien tira un feto a las aguas de un arroyo.

 

silencio

 

silencio

he dicho

 

Dicen que desde  entonces nadie tiene paz.

 

© Daniel Ruiz Rubini

2 comentarios:

  1. Magnífico teatro poético en tu escritura Daniel. Gran homenaje a Federico. Saludo desde Córdoba Alfredo Lemon

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  2. Daniel!!! qué concierto de imágenes. Espectacular.
    Te aplaudo

    claudia

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