ALEJANDRO MAGNO
323 a.C.
Yo, Alejandro,
El Anastole,
soy hijo de Felipe II de Macedonia
y descendiente de Amón
Bucéfalo,
-el que temía a su propia sombra-
se rindió
al cabalgarlo
con la mirada
puesta
en dirección al sol
El nudo gordiano
se deshizo
ante mi espada
Así conquisté Oriente
La Ilíada
y Píndaro
compañeros
en las noches de insomnio
Con Aristóteles
aprendí el arte de la retórica
La audacia
-fruto de la juventud-
me hizo invisible
En el -331
descansé en tierras fértiles
Un saco de harina
sirvió de papiro
allí dibujé
los planos de Alejandría
Los pájaros
borraron los trazos
Signo
que la hambruna
no será
el flagelo
de su pueblo
Doce años más tarde
el arrojo
me abandonó
Ptolomeo
rescató el féretro
desde entonces
reposo
en una urna de arcilla
y la miel
ahuyenta el frío
Berta Lucía Estrada
Dios es un hombre que toca el arpa en la
noche oscura
Asombro del hombre rostro en el
espejo.
Un dios borracho y engañoso, de sal y
dulce, de luz
y tiniebla.
¿Cómo encontrar a Dios en mi duda,
en el resto de esta noche sin estrella?
Dios es un hombre que toca el arpa en la
noche oscura.
Lo veo en la voz encandilada de la
luna.
La desobediencia de Dios al hombre
es una calle angosta donde la palabra se
agita.
María Helena Giraldo González
Es imperativo rescatarse de lo frío
y la insensibilidad que deja la herida.
Ordenarle a la carne ser de nuevo
barro modelable entre las manos
soplarse como Dios el rostro
y darse vida.
Exigirle a la rosa de sangre
abrirse otra vez
dejar libre sus aguas y que fluya
el río.
Ver nacer
como si fueran ramas de un árbol
las piernas
y así
hacia delante el camino.
Maria Tabares
Gracias Tina y a tus poetas invitadas. Un abz, Gus.
ResponderEliminarFuerte y bello poema María Elena.
ResponderEliminar"... y así hacia adelante el camino."
Hermoso poema de Maria Tabares
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