Páginas

26/5/23

Poema de Ricardo Rojas Ayrala

  


Canto Dos (fragmento)


“Nadie sabe lo que puede un cuerpo”.

Baruch Spinoza


Geoda libertaria vos abrís tu bagayo

al borde de nuestro alfabeto. Intranquilizás

con tales fuegos en la boca. La lengua está muy viva:

chinófobos que comen el arroz yamaní con las manos.

Pensás que, de cada niña tarahumara en su kerosén,

una rodilla se perderá en la llanura y llorarás más alto.

Urdís otros chaparrones en las polvaredas de Virreyes

donde estás desterrado, como un querube, hasta nueva orden.

Rancia, vos retomás esa zozobra inmemorial

con cierta diligencia pueblerina. Aguas oscuras

en el crepúsculo. Todes: rabiás, vos rabiás, rabiás

en medio del apestamiento general e intransferible.

Oteás ese ocaso con verdadera calma meridional.

Sin vacuna designás, en la corta franela, toro envenenado

al indolente toro y su veneno más infeliz cocido

en los laberintos, con tal bochorno ante el hastío.

Enfantasmás, algo más, cada mirto farolero

en su bisagra, sombra por sombra en el nuberío,

rizo impaciente del verde sin ramas. Un druida nos

sonríe, con sus bultos de cuero en el suelo, derrotado.

 

Paseando por la Bolonia apestada, con tal soltura.

Con el pico, vos le concedés infinita y pueril misericordia

a todo lo que se asome, le das color al terror con tu pañuelo.

El virus es como una lluvia, decís, pero puede matarte ahora.

Empantanás esa prebenda amada y roja, en esta última

peste neoliberal, fáctica y suspicaz porque como esos

disparos, en la noche, buscan cualquier pellejo boca arriba.

El terror, ese cándido método de control social, ¿no lo ves?

Hordas febriles de sueños que, vencidos,

bermellones y pirados, se pierden en la noche

de los cuerpos y de las razones sanitarias.

Te ufanás, apocado, de esa mansión de Dios.

Con tu flauta hipnótica de Tandil vos te quedás

en el molde del séquito, en la crema de la propiedad

privada, en la novedad de los denisovanos.

Qué te van a hablar a vos, ahora, de horrores.

Lo no dado da de morfar a la veracidad,

con su hollejo, en esta bruma infinita

de objeciones y vos tocás al piano naderías.

Otoño que en las sendas abandonadas fallecés.

 

¿Desoculta tu web al supercontagiador de hoy?

Por mera impericia vos marisqueás el ocaso,

paso a paso, pie por pie, capricho por capricho,

lo invocás en el dialecto de Maramures.

Así, cualquier perejil recobra el juicio

después de muerto. Apuñalás vos ese cielo

que hace un voto de fe, otro de zarabanda

y otro, a las cansadas, de razón.

De esta plaga se sale entre todos, suplicás.

Comprás algún alma probable y la clavás

al menudeo mientras emperifollás

—a las apuradas— tu universo más a mano.

A este granizo útil protegés de los murciélagos

de Wuhan, de los últimos limoneros en llamas,

de los amantes de Ituzáingo que se devoran

y de las campañas sanitarias recién tergiversadas.

Te abotonás el bermellón al cuello con seriedad. Contás

cada día de la cuarentena. Cuando los animales asilvestrados

dormitan primereás al azul en su pataleta de meteoros.

Tramás, al detalle, lo que harás al aire libre ni bien salgas.

(…)

 

© Ricardo Rojas Ayrala

1 comentario:

  1. Para leer y re leer. Muy interesante, gracias Ricardo, Oreste.

    ResponderEliminar