Y quedó la noche
preñada de ilusiones,
que, una a una
irán pariendo estrellas,
para recordar que te aguardo.
Por entonces
la madrugada desvalida
es limosna de presencia
y sentada mi espera
al borde de una gota de rocío
se desvanece
con los primeros abrazos del sol.
Entonces,
el nuevo día peregrina
soledades
bajo el azul cobijo de la ansiedad,
los minutos no son ya del tiempo,
se escabulleron, sabrán ellos
en la búsqueda de qué momento
para, hacer que tu presencia
gratifique a mi corazón inquieto
vulnerable de latido por tu demora.
© Adela Margarita
Salas
Bello, gracias, Irene.
ResponderEliminarEsa soledad, ese amor. Hermoso. Gracias, Oreste.
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