Quisiera recordar:
no tengo miedo
a la muerte que murmura
en los espejos. Me gusta
cómo se proyecta el sol
en las escaras —crema de avellanas
y leche de coco—, cuando un cuerpo
ya no se mueve la piel
se aja: hay que untar
con paciencia
sobre la llaga. Hablo de la corteza
de un árbol viejo, de los lunares
de mi abuela. Al contacto
con la emulsión
los poros límpidos se abren
como abanicos venecianos: ámbar,
jaspe, violeta. Hay edificios
estampados en el poliéster
del abanico. Las callecitas
medievales con adoquines,
brotes de hierba
germinando en las esquinas.
Todo reverdecer
acontece después del invierno,
espero que nuestras almas
tersas como piel joven
sobrevivan la próxima temporada.
© Andrea Marone
Bienvenida Andrea a éste sitio que pretende difundir a poetas contemporáneas/os. Abz, Gus.
ResponderEliminarMuy buen poema..❤️ 🦋 Graciela Ballesteros
ResponderEliminarMuy pero muy bueno, gracias, soy Graciela.
ResponderEliminarBienvenida! Muy bello tu poema!
ResponderEliminarBienvenida Andrea.
ResponderEliminarOjalá y ojalá tantas cosas. Felicitaciones 🌟
Cristian Jesús Gentile