Bajo el parral
una filigrana de sombras
se dibuja sobre nuestras espaldas
mientras miramos una fotografía,
imágenes
como pequeñas mariposas disecadas.
¿Cuántos lenguajes son necesarios
para nombrar esa playa de arena fina,
ese mar vigoroso e irrepetible
salpicando un tiempo tan lejano?
La escena parece trivial:
los dos caminando con los pies descalzos,
las huellas ligeras de ese paso por el mundo,
perlitas luminosas que chorrean
sobre tu torso desnudo
y por encima una hilera de nubes
que apuran la partida.
¿Pero qué hay detrás de la trama,
del otro lado del rostro perezoso del verano?
¿No es acaso el azar el que despunta,
el que raspa y conmueve sin querer
en un instante?
Prefiero entonces detenerme en la marea
que lleva y trae penas a esa orilla,
en el dibujo del pájaro
arrasado por la tormenta,
y el gesto cruel de la gaviota
sobre el cuerpo áspero del pez muerto.
Así nos esforzamos
contra la ruina del olvido.
Cavar capa por capa
para recuperar lo ínfimo,
no para recomponer
sino para salvarnos de la oscuridad.
Cavar para fecundar
el presente de las cosas presentes
junto al detalle de estas uvas
madurándose al sol.
© Susana Baquero
El pasado es un traidor.
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