antes de la hora del gallo
dije la renuncia
furia
peste de los días
asenté la virgencita
alumbrada por siete velas
siete rezos encima
de la mesa
la pena
hecha quiste
le hablé con esperanza del recién ungido
su voz de huérfano
quién se quedó con la porción de fe
que me sería dada
no fue demasiado
romper las clavículas
para que se acomode el hombro
al madero
no me abracé a nadie
porque nadie vino hasta mí
y yo no pude buscarlos
mientras el derrumbe
el piojo
el hambre
hacían estragos en mi cuerpo
hablá
madrecita de los cardos
es terrible el peso de un grito
el horror
el corazón entre las manos
como un gorrión lastimado
por la pedrea
© Sebastián Sosa Ojeda
Ayyy 💔 Graciela Ballesteros
ResponderEliminarComo una plegaria de luz tu poema Sebastián y la justa ilustración de Gustavo. Gracias! Alfredo Lemon
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