Salgo al balcón para que la luna
abotone la noche y arrope la ciudad.
Brillan los edificios, los techos,
las hojas de los árboles, las veredas.
Los yuyos se sacuden el hollín.
Florcitas amarillas resurgen en las grietas
del cerámico,
brotes de la vida al margen,
restos del resto,
brutal potencia de la fuerza más pequeña.
El verde se me cuela por la boca,
se pintan las palabras y grito:
“hay lluvia”, “hay lluvia mamá”.
Ella corre a sacar la ropa de la soga,
cierra las ventanas,
tiene la prisa de la catástrofe.
Algo la detiene en el vidrio del balcón.
“Hay lluvia, mamá” susurro cerca de su
cuello.
Los sonidos se diluyen y el silencio inunda
la casa.
Mamá apoya su cuerpo en el vidrio del
ventanal.
Poco a poco, le llueven el pelo, los ojos,
el dolor.
Puedo verla por primera vez,
recoge las gotas con sus manos de modista
y las cose sobre sus heridas.
Papá está dormido, truena su boca abierta,
su respiración empuja la tormenta.
Quiere el desierto,
mamá no ha terminado de hilvanar
el mar a nuestra piel.
Abro la boca, grito hacia el centro de mis
tripas.
Trago las bocanadas de aire viciado
y se reanuda la lluvia en las manos de mi
madre.
Ella borda, yo escribo, la noche habla con
la lluvia.
No sabemos si las heridas curan,
pero sentimos que lo vivo nos acerca.
© Majo Bozzone
guau qué hermosura. Soy Irene.
ResponderEliminar"brutal potencia de la fuerza más pequeña"... muy confusiano, muy Tai Chi, muy sabio...
ResponderEliminarY un todo de una belleza profunda y compartible.
Gracias
Qué inmneso poema Majo. Ayyy❤️🦋Graciela Ballesteros
ResponderEliminarMajo, buenísimo, versos y sensaciones que me desestabilizaron. Que no olvidaré. El hilvanar..la piel... el mar... ella...
ResponderEliminarTe felicito.
Cristian Jesús Gentile