Febrero
Cuando desperté
ella estaba ahí
como esperando que no lo hiciera.
No hubo asombro ni nada
sólo que ella estaba ahí
y debía saberlo.
Alguien puso su mano en mi boca
y despacio empezó a sacarlo.
Todo va a estar bien, me dijo.
Después vino otro que extrajo
el acero que calmaba el dolor.
Pasaban las figuras más queridas
por el espejo deforme de los ojos,
como sombras de lo que eran.
Algunos asentían, otros no.
Entonces pensé
que lo que pesa
tan solo 21 gramos
puede irse en un momento.
No hay conciencia
en la negrura.
Solo eso.
Por doce horas estuvo
el corazón en transito.
No hay nada que no duela nada
y los hierros parecen asfixiar.
La piel se agrieta en sus bordes,
cortada por una navaja desafilada.
Poco a poco va menguando
y otros creen que ya pasó.
Pero no es así. Perdura.
Los brazos en cruz
¿resignación o fragilidad?
No hay sosiego en la quietud
ni vértigo en el abismo.
Demasiado pretencioso
es el cuidado de los tiempos
cuando solo hay olvido,
a pesar del recuerdo
de los que están,
la fotografía,
las palabras escritas
y el silencio.
Ahí está la cicatriz en medio del pecho.
Cuando me desnudo la veo.
El cuerpo parece haberla olvidado
pero yo no todavía.
© Eduardo Alberto Planas
El dolor, el temor, la resignación, y por fin la vida.¡Bravo!
ResponderEliminarsaludos
Anahì Duzevich Bezoz