Algo le
decía que esa noche era su última noche.
Tal vez las
pulsaciones cada vez más despacio.
Tal vez
fuera el ave que no dio el pecho blanco.
Tal vez la
luna, una línea finita. O quizás era el sol, apenitas.
O tal vez
fue su gato que miraba de frente, insistente.
La gota de
agua en su canilla arreglada.
El silencio
en su nota do minante. La, nota.
O era el
papel en blanco el teléfono ciego la pantalla estancada.
O tal vez
fue la sangre en el ojo la piel en la sangre. Herradura.
O tal vez
fuera él, porque dijo Hasta Siempre.
© Viviana Ayilef
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