Nadie salta la muralla blanca de las horas
hay un espejismo que juega en mis ojos
cuando escribo,
duelen los feroces leones de la noche,
hay hondos cielos vividos y luciérnagas
ocultas en mis manos,
nadie rueda en las órbitas del sueño,
bailan sin embargo los cascabeles de otro
día,
día que mancha de luz el filo de mis
zapatos.
Las ojeras grises de una tarde lluviosa
me alcanzan la cintura y pasan por el
filtro de la vida,
nadie huye de los cántaros inmóviles
que pintan las estatuas,
mi voz toca la flor y el rito nupcial de un
viejo duende,
nadie…
nadie besa el sol de mi espalda y
el canto de mi pecho.
Hay un rayo que flota en un tiempo cada vez
más alto,
nadie me salva de este miedo.
© Beatriz Arias
Hermoso poema Beatriz, un abrazo!
ResponderEliminarMaravilloso poema, Beatriz. Tiene el encanto y la sutileza de la ora de arte. Me encantó. Beso grande. Dirbi Maggio
ResponderEliminarBellísimo poema Beatriz! Un abrazo. Amalia M Abaria
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