EL OTOÑO DE LAS MANOS
Mi mano yace cansada, está fría.
Estar sola/solo es también un poco tener
frío.
Mi mano evoca el desamparo.
Un deshabitar el amor que ya se hizo
costumbre. Creo.
Pero no. Mi mano se rebela, no se deja vencer, no se rinde. Se antepone.
No hace caso a las razones que le susurro
para que no avance.
Ella desobedece, insiste.
En su andar se encuentra con otra mano. Una
mano desconocida que, sin embargo, encaja a la perfección con la mía.
Los dedos se entrelazan. Se cuentan
historias y secretos. Se entienden, se seducen.
Trepan ahora las sensaciones por los brazos
hacia dos cuerpos.
El cuerpo de esa mano desconocida, y, mi
cuerpo que abandona resistencias un atardecer de otoño frente a un espejo
gastado.
Sopla una brisa de hojas amarillas que me
convence de que nunca es tarde para el amor.
Ahora camino liviana y de a dos, por el
parque.
La ternura me abriga, el silencio se quebró
para no volver.
© Silvia Susana Durruty
Gracias Gus! Qué alegría y qué orgullo! Abrazo poeta. Silvia Durruty
ResponderEliminarBellísima personificación de las manos que, de por sí, son tan elocuentes. Me encantó.
ResponderEliminarMuchas gracias Olga!
EliminarBella Nostalgia querida Sil, precioso poema, Beso enorme.
ResponderEliminarMaria Gabriela Micolaucich.
Gracias María Gabriela!!
EliminarMuy bueno. Las manos hablan y manifiestan mucho. Gracias! Alfredo Lemon
ResponderEliminarGracias a vos Alfredo!
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