Los restos de alcohol de nuestras copas
No hay muerte
en la palabra muerte
y me disgusta esta mímesis desplegada
sobre la alfombra del dormitorio.
Tampoco hay fuerza en el recuerdo,
solo nuestras sombras
paseando por el cielorraso,
el sexo como un dibujo
en el cuerpo limpio de mi esposo,
tan real
como la vida de nuestros hijos.
Yo creo que hicimos bien
cuando limpiamos sus lágrimas
y concebimos sus juguetes
en madera tallada,
la dureza de la infancia
golpeándonos el pecho
como pecadores.
Las paredes de nuestra antigua casa
nos han cercado y los muebles
que dividimos en el juicio desaparecen
contra la ventana
como después de cada fiesta
vaciábamos los ceniceros y bebíamos
los restos de alcohol
de nuestras copas para después
quedarnos en el amanecer
con las rodillas abrazadas y las manos
quietas una sobre otra.
© Roxana Palacios
Fuerte!
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