Mi mamá niña
I. Los choclos de la abuela Petrona
La abuela de mi mamá parecía
vieja desde siempre y era bajita, bajita,
tenía cara triste y muchos santos
que vestía con ropa limpia.
En la mesa, antes del primer bocado,
nombraba algún muerto de la familia:
hoy es el aniversario de la muerte
del tío lejano del abuelo Secundino,
que Dios y diosito también,
lo tengan donde lo tengan.
A veces el cuarto de la abuela Petrona
parecía
llenarse de choclos y desde la cama
llamaba a los nietos para cosecharlos.
Cerca de la ventana estaban los choclos
morados,
en el ropero los amarillos
y los blancos gorditos, favoritos de la
abuela,
estaban por todos lados.
Mi mamá niña y sus primos llevaban
una bolsa, grande, grande
y a veces dos, cuando la cosecha era
abundante.
Allá debajo de la cómoda y mi mamá niña
estiraba el bracito hasta encontrarlo y llevaba
el choclo a la bolsa que dos primos
sostenían
abierta.
Los más altos acercaban el sillón
para juntar los que colgaban de la araña
o arriba del ropero,
se están dejando unos ahí, changuitos,
mi tío Emito niño siempre encontraba
los choclos difíciles.
Muy bien, ya está, decía Petrona
y terminaba la cosecha.
Mi mamá niña y sus primos
se acercaban a la cama y esperaban
que su abuela les acariciara
el cabello a cada uno
y que prometiera, justito antes
de cerrar los ojos,
que al día siguiente se iba a levantar
tempranito, tempranito
a rallarlos para la humita.
© Ohuanta Salazar
Cuanta ternura evocativa trocada en poema. Gracias! ❤
ResponderEliminarBravo Ohuanta, hermosa nostalgia. Alfredo Lemon
ResponderEliminarBelleza e imágenes tan bellas!
ResponderEliminarHermoso poema Ohuanta
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