Las susurradoras
Entonces supe la razón
por la que hablaban en voz baja.
Yo había alcanzado a distinguir
palabras sueltas
disimulando detrás de las cortinas
a la hora de subir la persiana
para que el aire ventilara el encierro.
Un vestidito se terminaba de secar
a la sombra del patio,
como esa tía que se arrugó una tarde
esperando la cita que no iba a llegar
nunca.
Ahora que lo pienso, jamás
nombraron el deseo,
ni para desmentirlo.
© Estela Zanlungo
Muy bueno!
ResponderEliminarProfundo y contundente. Gracias! Jime Cano
ResponderEliminarQué lindura Estela!! Las palabras que estaba mal pronunciar y hasta pensar.
ResponderEliminarDe eso no se habla. Muy bueno tu decir
ResponderEliminarGraciela Barbero
Gracias a Gus, por el trabajo inmenso (qué energía tiene, por Dios!!!). Agradecida por los comentarios. Un beso, Jime Cano!
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