APENAS EL FULGOR
mientras mi madre apoya las manos en su
falda
afuera arde el cielo de luces amarillas
y en su pequeña habitación
atiborrada de adornos inservibles
el fuego de la estufa amenaza
con
abrasar su corazón
en el ropero, quietos,
sus antiguos vestidos del amor
resisten el mudo desamparo
como una rama azotada por el viento
[la miro mientras habla
y me acuerdo de su último cumpleaños:
se reía como una niña
porque la velita que soplaba
volvía a encenderse una y otra vez]
las manos en su falda se vuelven
un largo camino transparente
una espiral por donde mis pequeños pasos
regresaban con el pan de la mañana
mientras ella esperaba en la esquina
como un faro, destino de la travesía.
© Ana Gervasio
Ayy Anita! Belleza. Gracias. Jime Cano
ResponderEliminarLo particular de quién fue anterior a nuestras flores. Abrazos 💕
ResponderEliminarSiempre desde tus versos asoma una belleza sutil y tierna que dan brillo y magia a tu poesía. Gracias Ana. Alfredo Lemon
ResponderEliminarBrllo Bello!!!
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