Mykonos
Recorríamos un dédalo:
calles de piedras incrustadas
vida doméstica puertas adentro
la sola guía del mar verdeazul.
El paso de los días no detuvo el gesto:
un escalón tras otro
una piedra tras otra y
tocaríamos la dimensión mítica:
el aura de leyenda familiar que rodea la
isla.
Yo debía conocerla, era un pacto tácito.
Tiempo atrás te habías quedado
absorbiéndolo
para siempre alojado en la retina
el paisaje aguardaba:
un día bajaríamos juntos
esa callecita empinada de Mykonos
–piedra y cal–
sobre pantalla móvil verdeazul.
© Marta Ortiz
Bello, Marta, igualmente paseamos por Mykonos!
ResponderEliminarSiempre lo dicho sugiriendo aquello visceral, decisivo...
ResponderEliminarAbrazo, querida Marta