Alas rasantes
De madrugada entró por la rendija. Ella, la
que rondaba por las luces, la gata quería agarrarla; yo quería cazarla por si
me picaba, entraba por mis ojos o se metía en las sobras de la cena. Cuando
bajó con su vuelo amigable la estampé contra el vidrio. Sólo era una polilla de
alas enormes que nada hubiese podido hacernos. ¡Qué molestos somos los seres
humanos!
© Cecilia Carballo
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