FIDEL
En los sesenta
alguien me invitó
a una reunión
donde charlamos
sobre Cuba Y el Che,
pero mucho antes
yo había escuchado
a Fidel
pronunciar sus discursos
desde Sierra Maestra
mientras mamá lavaba platos.
en la cocina
con la radio encendida
para oír al Comandante.
Sus ojitos tenían entonces
un brillo especial
y aunque más tarde se supo
que Fidel era comunista,
ella dijo: -A mí no me importa-
y lo siguió amando
como a un ángel impuro.
En el sesenta y seis,
llegó Onganía.
Los servicios espiaban estudiantes
hasta en el baño de la facultad
cubriendo las calles con sus payasos,
yo me hice militante
y amiga de Enrique Gorriarán,
al principio tiraba panfletos,
luego aprendí a usar el máuser
y la escopeta,
pero solo matábamos gallinas.
mamá seguía enamorada de Fidel,
yo preparaba molotov
y explosivos
que ella prendía fuego
horrorizada,
en el horno de barro
de la casa.
Por los setenta conocí al General,
los Montoneros y el Tío Cámpora,
vi por última vez
a mis amigos del ERP
que volvían de luchar en Tucumán,
huyendo del horror de Bussi.
Alojé algunos en mi departamento,
aunque vivíamos la noche
de Isabel.
Mamá odiaba a los Montoneros
y seguía enamorada de Fidel.
Llegó el setenta y seis,
di luz a mi segundo hijo
a tres días del golpe militar,
ningún compañero se atrevió
a tocar mi puerta o dar mi nombre
a los asesinos de la dictadura,
como señales remotas
quedaron sus cuerpos torturados,
sus gestos y sus nombres de pila,
José,Guille y el Pichón,
Mamá seguía enamorada de Fidel.
En los ochenta
me sorprendió una nueva diáspora,
amordazada por el miedo
añoré las voces
de mis muertos queridos.
El trabajo fue mi compañero,
Mamá seguía enamorada de Fidel
y mil veces la escuché murmurar:
-No me importa que sea comunista.
© Lydia Helander
Un poema poderoso. ¡Cuánto decís Lydia! 🙂 historia pura. abrazo
ResponderEliminarUn pedazo de vida... gracias poeta.
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