Ajena a los combates de niños como dioses
las hormigas avanzan con su preciada carga.
Ellas ignoran el misterio que provocan,
el maravilloso asombro.
Lo eterno está en su andar
en la obsecuente búsqueda de retornar al
sendero
que tiene un final cierto.
Los niños no ríen entorpeciendo el camino.
Es un placer de serios,
quizá un placer sagrado.
El mismo trozo de rama
que frenaba el andar, una vez superado
aplasta a la indefensa.
Allí queda su carga como ella muerta.
Tras el inicial desconcierto, la siguiente
escala la carga y la muerte.
En la mirada de quienes hace instantes
eran niños se ha ido depositando
una especie de sombra.
© Daniel Viola
Bienvenido Daniel a éste sitio que pretende difundir a poetas contemporáneos/as. Abz, Gus.
ResponderEliminarBellísimo. Bienvenido Daniel 🌹
ResponderEliminarBienvenido, muy buen poema sobre el ejemplo que nos dejan las hormigas.
ResponderEliminarAbrazo.
Ana Romano.
El ojo del poeta focalizando en lo mínimo, y allí la vida y la muerte danzando. La sintaxis acompaña bien ese quiebre y sorpresa. Me gustó mucho. ¡Bienvenido!
ResponderEliminarBienvenido! Me encantó! Adelante.
ResponderEliminarBienvenido Daniel con tu poema que analiza el minucioso transitar de las hormigas. Alfredo Lemon
ResponderEliminarBienvenido y gran poema...que reflexiona almas. Saludos
ResponderEliminarCristian Jesús Gentile