A esta altura…
A esta altura de la vida
uno tiene el cuero
acribillado de recuerdos,
de voces, de gestos, de señales;
tatuado con palabras
de lumbre y tierra,
de agua y viento
y con una multitud
abigarrada
de silencios estridentes.
A esta altura de la vida
uno guarda en sus entrañas,
o en el alma,
una mágica bitácora de besos,
un mapa imprescindible
de abrazos y miradas,
un prolijo inventario
de esperanzas torrenciales,
de utopías derrotadas,
de naufragios y de balsas,
de intemperies y de abrigos,
de muertes
y resurrecciones
cotidianas.
A esta altura de la vida
uno sigue deshojando
los caminos
y arrastrando sus baúles
colmados de cicatrices oxidadas,
algunos pocos milagros de juguete,
una vieja libreta borroneada
con olvidos imposibles
y memorias obstinadas,
una carta de plenilunios y de eclipses,
un derrotero de esquinas y de calles
jalonados de instantes imborrables.
A esta altura de la vida
uno carga en sus espaldas
niños de todas las edades,
una legión de muertos
en acecho,
algunas mujeres sin olvido,
unos ángeles procaces, indecentes,
un par de diablos entrañables
y un poema de amor
interminable.
A esta altura de la vida
uno desangra días
y
gasta noches
con la piel
arada por los años.
© Daniel Tomás
Quintana
Poema magnífico estimado Daniel. Quien lo ha leído, no lo olvida. Bendición a tu "animalidad empalabrada". Alfredo Lemon
ResponderEliminarBellísimo y conmovedor.Abrazos amigo
ResponderEliminarLeonor Mauvecin