El descampado
Todos queríamos tener el fuego:
igual que en la primera mañana,
subía como después del roce de dos piedras.
Cuando toqué la lumbrecon un palito seco
me puse a arder en lo más alto de la pira.
¿Será por eso que de noche
se mojaban las sábanas?
Yo dejaba caer el camisón
me dormía desnuda
culpable de haber entrado en la fogata
por los ojos.
Esa noción del riesgo, desde
la idea del inicio hasta la brasa roja,
donde quemábamos batatas
la noche de San Juan.
© Estela Zanlungo
¡Me encantó, Estela! Felucitaciones, abrazo!!
ResponderEliminarBueno,Estela. Gracias 💫
ResponderEliminarAy, Estela, cómo ardemos!
ResponderEliminarAtractivo. Muy sensual. ¡Gracias!
ResponderEliminarPrecioso poema, todo se sugiere ..., pero intenso al mismo tiempo. Gracias. Marta Comelli
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