Casa II
Como un pierrot de Picasso con su familia de clown
el
viejo mundo suelta su carcajada absurda
sobreviviendo en la habitación donde
escribo
para develar lo que esconden los pliegues
rotos
del empapelado entre palabras hartas de
ahogarse
en el tedio de cerrar las puertas, de
acercarse tácitas
y nocturnas preguntándome dónde están
los que movían las agujas del verano,
las aguas del tiempo, el bullicio que
salpicaba la noche.
La mujer corregía mitos y leyendas, el
marido subrayaba
el prestigio de las costumbres.
Daban de beber de acariciar de encender a
los hijos.
A media mañana un rayo de sol cruzaba del
jardín
a la sala a través del vitraux.
Hubo noches en que las radiantes metáforas del vino
colmaban la boca entre las lenguas
silenciosas
de la casa.
Abuelas que fueron y vinieron con juguetes
repitiendo cuentas de multiplicar, paseos a la plaza,
canciones de cuna.
Cuando el último grito de octubre horadó el
espacio
la casa canceló el aljibe, los canteros,
las mayólicas,
la fuentecita de agua, el almuerzo en
familia,
el sabor a merienda.
Mostró, entonces, su verdad desnuda
mutando en cada voz, en cada cuerpo.
Sus paredes descascaradas, su voz áspera
sin gárgaras de almíbar, su frío polvillo
entre los dientes,
su espejo que no ve aún nos mira con el ojo
en la subasta.
El piano rodó sobre la alfombra amarilla
del asfalto,
remolcado por brazos mercenarios.
Dolía la música en la madera silenciosa.
Ya no veré sus ojeras pálidas, su desleído
maquillaje
de loca que envejece sosteniendo en los
labios
la colilla desdentada de un cigarro.
Ocultando su incierto temblor de primorosa
piedra
forjada en la oquedad del espacio.
Otro cielo amotinado caerá sobre su techo,
bajará escaleras, encenderá los leños, se
enredará en la muerte
y en la vida. Auguro volverá a peligrar su
resurgir airoso.
Subimos y bajamos las mismas escaleras
arrastrando el cielo el sol la primavera.
Sin indulgencia, el tiempo.
© Elena Garritani
Me encantó, desde cómo comienza hasta cómo termina. Te engancha desde la primera estrofa y sigue... Gracias Elena. Alfredo Lemon
ResponderEliminar