Contemplo la ciudad de pie frente al traje
cotidiano de la noche.
La calle entrega voces, rutinas, el llanto
de un niño, un reproche,
el asombro del azar bajo luces cada vez más
tenues.
Detrás de la ventana adivino la humillación
llenando los cuartos
todos se fatigan sirviendo en trabajos
absurdos,
adivino el frío de la madrugada cuando se
abren puertas
y luego se vuelven a cerrar, temblando por
lo que pudo ser y no fue.
En algunos pasillos habla un sollozo largo,
porque se abrió la ventana al día jubiloso,
dejaron de ser niños
y ahora miran como perros sin dueño.
De pie frente al gran arco de la noche,
la vidriosa ciudad es más frágil,
las marionetas se han cansado y ahora
están cabeza abajo con el deseo muerto,
un viento grande y fuerte las lleva a la
otra orilla,
y su corazón es una fruta gris que nunca
madura.
Mi rostro no es el mismo,
mis ojos se deshojan por exceso de cielo.
© Daniel Arias
Ahh, me encanto todo el poema, y el remate: exceso de cielo...buenísimo.
ResponderEliminarSaludos.
Anahí Duzevich Bezoz