LAS CASAS
Las casas dejan sus adherencias en los
dormitorios
y las peticiones de los muebles quedan
suspendidas por encima de los zócalos.
Ni los muebles ni las casas son razón para
demorarnos
en la gravedad del lastre
su peso es su fijación, su cadáver, su
enigma.
Pero los domingos la tarde se dilata y solo
cabe
fuera de sí en una dimensión nocturna
inclusiva
como esos días que no vacilan en
convertirse
en rémoras de las horas
para dejarse llevar a su fin a voluntad.
Son percepciones lábiles sonoras
pero también olfativas.
Se impone la impresión de haber estado
allí.
Pero algo nos impele a hacer silencio.
Es la huida inmóvil de las pesadillas
la muerte que nos alcanza
la muerte que sin embargo no nos mata.
Se huele a rosas en el jardín
y a tierra negra, húmeda, removida.
Se huele a rosas muertas en el jardín.
Mientras nosotros estamos entre irnos
para no volver
y regresar para quedarnos:
el color del hueso
la palidez mortal de la cera
la nostalgia del fuego bajo una lluvia
que no cesa. Entonces
todo tiene como un sabor a madre
un sabor a infancia.
© Luis Bacigalupo
Bienvenido Luis a éste sitio que pretende difundir a poetas contemporáneos/as. Abz enorme, Gus.
ResponderEliminarBienvenido Luis, muy buen poema. Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarBienvenido Luis,muy buen poema.
ResponderEliminarAbrazo.
Ana Romano.
Gracias por compartir, poeta.
ResponderEliminarTremendo poema, pleno de imágenes!
ResponderEliminarPatricia Alonso.