(MATERNIDADES IV)
Voy a contarte un cuento, me decías
y se espejaba el desierto de la noche.
Luces
en la tibieza de su radiación, planetas en
ocaso
tu voz sonaba como un cascabel
en el cencerro
monte arriba, badajo de campana que vibraba
con sonidos del aire. La historia era un
enigma:
no recuerdo, si algún evento, las cosas de
la vida
una creencia que se desvanecía. Pero
recuerdo
el final
en el que te hacías visible
espléndida en tu traje, muy ceñido.
Bella, te preparabas:
no había nacido nadie todavía. Sola, en tu
páramo,
ardías para el mundo.
© Alejandro Méndez
Casariego
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