Dos gustos
Ella volaba del patio a la vereda,
viva como una mariposa
que acaba de romper su malla de crisálida.
Yo era una oruga lenta
ondeando en el cuaderno de deberes
hasta la hora de comer.
Pero en verano,
cuando a lo lejos se insinuaba
la corneta frutal del heladero,
salíamos las dos a perseguir el tintinear
del caballito:
¡Sasá, Sasá!
hasta que lo alcanzábamos,
despeinadas y rojas,
con la moneda apretada en el puño.
A la sombra de un árbol,
el carro fileteado y el hombre
con su traje blanquísimo
eran la figurita de un oasis en medio del
desierto,
y de todas las puertas aparecían chicos
como hormigas brotadas de las casas
calientes.
Nosotras hacíamos durar el cucurucho,
y cuando entrábamos a lavarnos las manos
mamá se había vuelto a recostar, porque
algo en el pecho,
que no puedo acordarme,
le dolía.
© Estela Zanlungo
Me encanto el recuerdo y cómo está dicho.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Tere Vaccaro.
conmovedor el recuerdo de la infancia y el dolor olvidado de la madre
ResponderEliminarConmueve tu poema y el recuerdo que contás. Bello.
ResponderEliminarHermoso y emocionante! Imagino tu voz en cada verso. Gracias! Jime Cano
ResponderEliminarHermoso poema querida Estela
ResponderEliminarMi agradecimiento a todxs por leer y a Gustavo, en particular, por su trabajo incansable.
ResponderEliminar