Sortilegio
Si pudiera caminar
por las ruinas
¿llegarán los recuerdos?
Las casas ya no están.
A pocos metros, los flamencos
retozan en el humedal.
Los observo desde la costa.
¿Es mi mirada?
¿Es mi madre cobijándome en sus brazos?
La pereza de la hora de la siesta
se abraza a los tiempos.
Se pierde en el rosado de las aves,
en la sinuosidad del arroyo.
No sé si soy ésta
o si soy aquella pequeñita y morena
de raíces desarraigadas.
O tal vez soy ambas.
En esta simbiosis mística
veo los flamencos con la mirada del ayer
-para sentir el calorcito de mi madre-
mientras mis cansados ojos
se entrecierran
para no perder el embrujo
del pomeriggio.
Es la hora de girar hacia el mar
para acompañar
el encantamiento del astro,
que lentamente se dirige hacia el oeste
hasta perderse en el horizonte marino.
No quiero volver a casa.
Tengo miedo de que al llegar
no la encuentre.
Si el sortilegio desaparece,
también lo hará mi madre.
No quiero volver.
Quiero quedarme
en el huequito feliz de la niñez,
en el hechizo perenne
de las huellas y senderos
-sin tiempos y sin espacios-
de mi universo.
© María Del Carmen Barrionuevo
Con el poema, has logrado retener para siempre ese sitio amado. Hermoso, Carmen
ResponderEliminarBello poema!
ResponderEliminarHermoso poema! Felicitaciones. Silvia Durruty
ResponderEliminar¡Qué bello paisaje atraviesa el recuerdo!
ResponderEliminarUn abrazo Graciela Barbero
Nostálgico y bello.
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